viernes, 26 de mayo de 2017

Tren bala

No es sobre tener
todas las personas solo para ti.
Es sobre saber
que en algún lugar alguien reza por ti.
Es sobre cantar
y poder escuchar más que la propia voz.
Es sobre bailar
en la lluvia de vida que cae sobre vos.

Es saber sentirse infinito
en un universo tan vasto y bonito
es saber soñar,
y así hacer valer la pena
los recuerdos de aquellos poemas sobre perdonar.

No es sobre llegar
a la cima del mundo y saber que vencí.
Es sobre escalar
y sentir que en la ruta me fortalecí.

Es sobre ser abrigo
y hallar un hogar en otro corazón,
y tener amigos contigo
bien cerca en toda situación.

No puedes ser dueño de todo.
¿Cuál sería la gracia del mundo
si fuese así?

Por eso prefiero sonrisas
y presentes que la vida trajo bien cerca de mí.

No es sobre todo lo que tu dinero
es capaz de comprar,
y sí sobre cada momento
con otros que saben amar.

También no es sobre
correr contra el tiempo y tener siempre más
porque cuando menos lo espera
la vida ya quedó atrás.

Sostén a tu hijo en tus brazos,
sonríe y abraza a tus padres
que hoy están aquí.

Porque la vida es un tren bala
y nosotros somos pasajeros
que van a partir.

Canción original: Ana Vilela
Traducción: Julieta Olivero
https://www.youtube.com/watch?v=kqBTcz_ceTE

viernes, 21 de abril de 2017

Sigo tus pasos

Sigo tus pasos
porque seguir tus pasos
es más que pisar.

Sigo tus pasos, con confianza plena
porque ahora sé
cómo quiero ser.

Sigo tus pasos, ahora solita
Porque ya aprendí hace muchos años,
con vos, sobre tus pies.

Sigo tus pasos, que son mi guía.
Son todo lo que quiero ser.

Sigo tus pasos, con la vista al frente
con los pies descalzos
las manos repletas
(de tantos consejos)
y tu confianza en pie.

lunes, 10 de abril de 2017

Los libros y los mundos

Resulta que yo estaba muy tranquila en mi Navidad, esperando mi regalito de medianoche. Yo ya sabía lo que era: un libro. Lo pedí por una razón muy especial. Quería retomar mi pasión por los libros, ya abandonada hace varios años. Estaba convencida de que podía volver a leer. El año anterior ya lo había intentado varias veces, pero no lo conseguí. Repetía la enorme frustración de dejar libros por la mitad.
Empecé a leer esa misma noche, el 25 de diciembre. Hice mi promesa de navidad: leer 1 libro por mes.

Por alguna razón, algo cambió en mí, y el 1 de enero a la madrugada ya había terminado mi primer libro del año. A los pocos días empecé el segundo libro, que me llevó más tiempo. Lo terminé junto con el tercero, y un mes después, ya voy por el séptimo. Volví.

Casi sin darme cuenta, tomo el libro y empiezo. Mis sentidos, salvo la vista, dejan de funcionar. No escucho, no siento frío, ni olores, ni gusto. Cuando levanto la vista, el tiempo parece haber volado y, si el libro me encuentra en el colectivo, parece que pasamos todos los semáforos en rojo y llegamos más rápido que lo habitual. La mente se va a otro lado, y hasta a veces se queda vagando por ese lugar después de haber leído. Intentamos buscarle una vuelta a la historia, ayudar al personaje, aconsejarlo, decirle las cosas que sabemos y que él no sabe. Terminamos el libro y queremos saber qué pasó al otro día.


Empecé este blog para compartir mis escritos. Ahora, también voy a compartir esos lugares por donde vaga mi mente cuando leo. Los invito a acompañarme.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Reflexiones de un domingo igual a los demás

Y ella siguió intentando. La vida no había sido del todo justo con ella. A veces, se sentía sola, tan sola, que no sintió que irse fuera difícil. Solo su familia la ataba a sus raíces, pero con el tiempo, la distancia se volvió completamente relativa. La distancia dejó de existir y se pudo dedicar a disfrutar.
Su corazón tenía dueño, y ese dueño ya no quiso hacerse cargo, pero esa historia ya la conocen. De ahí en más, cuando su corazón estuvo completo.
A veces, la vida nos da sorpresas que no todos logran valorar. Ella, sí. Ella lo valora porque la vida le enseñó a valorar los detalles. La vida le enseño que una caricia es, a veces, más importante que un "te quiero". La vida le enseñó que, muchas veces, el cariño no está en las palabras, sino en la inclusión, esa que no pide referencias, esa a la que no le importan nuestras orientaciones políticas ni nuestra forma de hacer las cosas. La vida le enseñó que ese "te quiero" no siempre es sincero, y que la única forma de probar que sea sincero es escucharlo en un momento difícil. Existen las peleas y los enojos, sí, pero la vida nos muestra en cuáles prevalece el cariño.
En fin, hoy, ella sabe que todo vuelve, incluso lo bueno. Ella sabe que las decisiones más difíciles, a veces, pueden tener consecuencias increíbles, de esas que cambian la vida.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Al andar

¡Por qué existe el mirar hacia atrás?
Sirve porque a veces hay que recordar.
Dos cosas hay que recordar:
lo que nos hizo bien
y lo que nos hizo mal.

Lo que nos hizo bien nos puede guiar.
Nos puede mimar cuando ya no hay un sendero para caminar.
Nos puede hacer reír, aunque sea una risa efímera, de esas que vienen y que van.
Nos puede ayudar a ver dónde perdimos la luz
para volver a iluminar.
Nos puede secar las lágrimas al dejar de llorar.

Lo que nos hizo mal nos hace ver el camino
y todas esas piedras que logramos sortear.
Y ahí vemos que hay parajes sombríos
a los que es mejor no entrar.

Así se aprende el camino.
El camino se hace al andar.
Para Karen, compañera de camino

viernes, 13 de febrero de 2015

Lista de deseos

A continuación, detallo una lista resumida de mis deseos:

Quiero dar rienda suelta a las ideas que me van a hacer sentir plena
Quiero ser maestra.
Quiero volver a tocar.
Quiero volver a escribir sobre colores.
Quiero volver a encontrar ganas para hacer lo que me gusta.
Quiero terminar la facultad.
Quiero ser editora.
Quiero que mi nombre signifique algo.
Quiero tener mi propia casa con un patio de césped.
Quiero viajar y compartir ese deseo.
Quiero aprender sobre las estrellas y sobre las personas que cambiaron el mundo intelectual.
Quiero rodearme de gente con mucha luz.
Quiero andar en bici a las 7 de la mañana en verano.
Quiero leer un libro con alguien.
Quiero escribir un libro.
Quiero componer canciones para chicos.
Quiero jugar con mis juguetes otra vez.
Quiero aprender a bailar tango.
Quiero ir a una fiesta de disfraces disfrazada de la parte de atrás de una vaca.
Quiero comer algo dulce todos los días.
Quiero ver una estrella fugaz otra vez.
Quiero aprender a hacer la vertical.
Quiero jugar con bombuchas y llenar la canilla de gomitas de colores.
Quiero hacer una choza.
Quiero ponerme un pulover gigante y viejo cuando hace frío.
Quiero seguir riéndome con mi mamá y mi papá.
Quiero hacerme la tonta con mi hermana.
Quiero jugar a la mancha y correr a los gritos.
Quiero que la seño Juli quede grabada en muchos recuerdos de infancia.
Quiero tener un saxo tenor.
Quiero que haya jazmines en mi casa con patio. Y un perro medio loco.
Quiero tener un reloj con alarma de pajarito.
Quiero tener un caballo.
Quiero leer mucho.

Habrá que empezar nomás... Por lo menos ya los escribí.

jueves, 12 de febrero de 2015

Aurelio Esculapio y la bala perdida que encontró

Esta es la historia un poco des-historia de un detective un poco des-detective con misterios un poco des-misterios. Resulta que Aurelio Esculapio vivía en frente de mi casa. Era un hombre alto: tan alto que se agachaba para salir por la puerta. Y era un hombre gordo, tan gordo que se le desataban los cordones y si se los intentaba atar, hacía un desastre. Un día, estaba sentado en la vereda de su casa y se agachó para atarse un cordón. Salió rodando y terminó frenado contra un auto que estaba estacionado frente a mi casa. En el camino arrasó con una bolsa de basura, unos gladiolos recién florecidos y  hasta un gato que andaba limpiándose muy gatunamente a la sombrita.
Bueno. Cuestión que Aurelio Esculapio era detective. Pero no de esos que se contratan para encontrar a alguien, o los de la policía, que investigan crímenes. El investigaba casos perdidos, que parecía que nadie había perdido.
Un día, andaba don Aurelio Esculapio muy tranquilo sentado en la vereda tomando mate, cuando vio incrustado en un árbol algo que le llamó la atención. Era brilloso, metálico y redondito. Cuando se acercó, intentó sacarlo, pero como no pudo, entró a las zancadas y se trajo la caja de herramientas. Con una pinza hizo fuerza, y cuando vio lo que había encontrado, se le pusieron los ojos redondos como huevo frito.
“¡Una bala perdida! Esto merece investigación”. Ahí nomás entró a su casa y se puso su saco verde de detective. Porque tenía su propio uniforme. Cuando lo veíamos con el saco verde y la lupa, no había que molestarlo porque estaba en el medio de una investigación.
Y así se pasó días y días. Primero, buscó manchas de sangre. Después, rastros de pólvora. Hasta nos citó a todos para ver si alguno había escuchado algún disparo, o si no se nos había perdido una bala. Uno nunca sabe.
Ahí nomás saltó una viejita, que vive a la vuelta. Se ve que era medio sorda porque nos contó de una pala que a ella se le había perdido y no la podía encontrar. Resulta que la señora estaba haciendo un pozo para trasplantar unas plantas de la maceta a la tierra, cuando vio que un gato venía corriendo unos pajaritos y ¡le empezó a pisar las plantas! Entonces, ella entró al galpón, saco una pistola vieja que había quedado de su abuelo y ¡PUM! Le disparó nomás. Menos mal que la viejita es medio sorda y medio ciega, porque el gato zafó y salió corriendo. Y dice que desde ese momento, la pala anda desaparecida vaya uno a saber por dónde.

Aurelio Esculapio pegó un grito de alegría. Caso resuelto. Con el misterio de la bala por fin esclarecido, se fue a descansar a su casa. Se quitó el saco verde y se tiró a descansar en el sillón. Y de la pala, todavía nadie sabe. Quizás mañana más descansado don Esculapio se la ponga a buscar.

Idea original: Rodrigo Peláez